
Ansiedad y Gestión emocional
¿A tu hijo le cuesta tolerar la frustración? ¿Le crea malestar no ser capaz de realizar una tarea o actividad?
La depresión ha dejado de ser una enfermedad de adultos. La mayoría de los estudios afirman que del 1% al 2% de los menores preadolescentes y cerca del 5% de los ya adolescentes experimentan sintomatología de una depresión clínicamente significativa en algún momento de su vida.
Es importante recalcar la diferencia entre la depresión y la tristeza. La tristeza es una emoción primaria que tiene una función adaptativa. La depresión, por otro lado, es una alteración del estado de ánimo que requiere una intervención específica.
A la respuesta de si está aumentando la depresión en los niños y adolescentes, algunos expertos confirman que se ha dado un aumento en la prevalencia de esta enfermedad a lo largo de este siglo. Se han encontrado tasas más altas en los nacidos después del siglo XX. Algunas de las ideas que se valoran para explicar este fenómeno son, la mayor conciencia de los padres de la sintomatología de los menores para identificarla y, una edad de inicio más temprana.
¿Qué entendemos por depresión?
La depresión es un trastorno episódico y recurrente. Se caracteriza por emociones como la tristeza o infelicidad continua y generalizada, irritabilidad y una reducción del disfrute de las actividades del día a día. También se encuentran otros síntomas asociados como dificultad para concentrarse, alteración del apetito y sueño, falta de energía y pensamientos negativos. Los pensamientos distorsionados aparecen tempranamente, por ejemplo, con las creencias del futuro, las exigencias hacia sí mismo o hacia otros, perder el optimismo, etc.
La depresión en la infancia puede ser de larga duración llegando a interferir en todas las áreas de su vida diaria (relaciones sociales, rendimiento escolar, etc.) Las manifestaciones pueden variar dependiendo de la edad, el género, y antecedentes educacionales y culturales.
¿Cómo identificar la depresión en casa?
Algunos de los síntomas más característicos que se manifiesta en la infancia son:
- Estado de ánimo irritable o depresivo • Problemas de conducta (disciplina)
- Pérdida de interés o placer • Autoestima baja
- Aislamiento social • Sentimientos de que no valía
- Agitación • Sentimientos de desesperación
- Dificultad al concentrarse • Cambio en apetito
- Llanto frecuente • Trastornos en el sueño (falta o exceso)
- Quejas físicas • Cansancio
- Subida o bajada de peso • Conducta dirigida a lastimarse a sí mismo
- Crecimiento y peso no apropiados
- Hablar acerca del suicidio o intentar cometerlo.
Aún mencionando la sintomatología más representativa, es importante resaltar que para diagnosticar de depresión han de cumplirse unos criterios diagnósticos establecidos, con una temporalidad y características concretas.
¿A quiénes afecta en mayor proporción?
A lo largo de la infancia se encuentran, gracias a algunos estudios que trabajan sobre la variable género, más sintomatología depresiva en niños que las niñas. Esta tendencia se invierte durante la adolescencia. Durante la adolescencia, las mujeres tienen el doble de probabilidad de desarrollar sintomatología depresiva que los hombres.
Gracias a otros estudios también sabemos que las tasas de depresión son más altas en pacientes que sufren de enfermedades crónicas y en grupos específicos, como los menores que presentan alguna discapacidad.
La depresión es una enfermedad considerada de una gran carga tanto para el propio individuo que la padece como para la sociedad. Las relaciones interpersonales (familia y amistades) son propensas a verse afectadas. En edades tempranas, esta enfermedad, interfiere en el desarrollo de habilidades sociales, académicas e interpersonales, incidiendo en el ajuste del niño a su entorno.
¿Cuáles son los factores de riesgo en la depresión?
Son muchos los estudios que sostienen que no existe una única causa para explicar la depresión. Es una enfermedad que puede originarse por uno o varios factores y en el que algunas personas tienen mayor probabilidad de padecerla. Entre los distintos factores de riesgo que intentan explicar esta predisposición están:
- Herencia: Cuando hay una historia familiar de la enfermedad existe un mayor riesgo de padecer de depresión clínica. Se puede haber heredado una predisposición biológica.
- Factores bioquímicos: Gracias a varias investigaciones se sabe que la bioquímica del cerebro juega un papel significativo en los trastornos de depresivos. Las personas diagnosticadas de depresión grave tienen desequilibrios de neurotransmisores. Lo que aún no se sabe es si este desequilibrio tiene un origen genético o es resultado de efectos del estrés.
- Situaciones estresantes: Hay experiencias estresantes que suelen ocasionar síntomas depresivos como los problemas interpersonales, un divorcio, dificultades económicas, enfermedad crónica, la muerte de alguien cercano, etc. Estos síntomas depresivos, sostenidos a lo largo del tiempo, pueden desencadenar en una depresión clínica.
- Estacionalidad: En invierno, cuando los días se hacen más cortos, hay personas que desarrollan síntomas asociados a la depresión. Una de las explicaciones que sostienen esta teoría es el posible desequilibrio de los compuestos químicos del cerebro al vernos expuestos a menos horas de luz.
- Personalidad: Aquellas personas con sensación de falta de control, baja autoestima, esquemas mentales negativos y rígidos, con una tendencia a preocuparse excesivamente, entre otras, son más propensos a desarrollar síntomas depresivos. Los esquemas de pensamiento negativos que se aprenden en la niñez y adolescencia van dando forma, con el tiempo, a unos modelos de pensamiento depresivos.
A la hora de centrarnos en el entorno de los menores es importante prestar atención al contexto familiar, social y escolar. Un desequilibrio en una de estas tres áreas es un factor de riesgo para desarrollar síntomas depresivos. Gracias a varios estudios se sabe que es más probable que un niño desarrolle estos síntomas en familias desestructuradas, con padres que sufren estrés o depresión, violencia intrafamiliar y los niños maltratados.
Otros de los factores precipitantes de la sintomatología depresiva infantil son los entornos competitivos y hostiles donde hay una presión psicológica y excesiva exigencia que repercuten negativamente sobre el menor.
Es importante resaltar que, aunque la asociación todavía no esté clara, la carga de la depresión parece estar relacionada con conducta desadaptativas como el consumo de tabaco, alcohol, inactividad física, y alteraciones del sueño.
En resumen, el desarrollo de sintomatología depresiva en la infancia y juventud parece ser consecuencia del resultado de complejas interacciones entre vulnerabilidades biológicas e influencias ambientales (familiar, social y escolar).
¿Cuáles son los factores protectores?
Igual que se han investigado aquellos factores de riesgo que pueden facilitar el desarrollo de síntomas depresivos en la infancia, es igual de importante mencionar aquellos factores protectores de dicha sintomatología. Algunos de los factores más importantes son: la presencia de una buena autoestima en el menor, un locus de control interno bien establecido, tener una rutina (horarios) y proyecto de vida, buena comunicación interpersonal, permanecer al sistema educativo formal y un alto nivel de resiliencia. También, tener un estilo explicativo optimista favorecen la presencia de menos sintomatología depresiva.
Algunas de las conductas que los adultos que rodean al menor deprimido pueden desarrollar son: No tener miedo a reconocer la tristeza, no ocultar nuestra tristeza, ayudar al menor a identificar sus sentimientos, escuchar, utilizar los abrazos, compartir con el menor las cosas buenas que hace y tiene, etc.
¿Qué podemos ofrecer en Divergentes?
En divergentes ofrecemos sesiones individualizadas con profesionales clínicos que trabajen la enfermedad y la sintomatología asociada. También, a parte de la terapia, trabajamos bajo el desarrollo de la inteligencia emocional. Entendemos por inteligencia emocional la capacidad de percibir, utilizar, comprender y regular las emociones eficazmente, tanto las de uno mismo como las de otros. Estas habilidades nos permiten desarrollar comportamientos adaptativos al entorno y fortalecer los factores protectores del desarrollo de la sintomatología depresiva que mencionamos anteriormente.